jueves, 27 de octubre de 2011

"COLMOS"

COLMOS


El colmo de un astronauta es...
Golpearse la cabeza para ver las estrellas.

El colmo de un bombero es...
Apagar el fuego con una galletita de agua.

El colmo de un OVNI...
Salir de novio con un plato de sopa.

El colmo de una tijera...
Cortar un corte de televisión.

El colmo de un carpintero...
Serruchar las tablas de multiplicar.

El colmo de un jabón...
Que se bañe.


El colmo de un dentista...
Arreglar dientes de ajo.

El colmo del hombre invisible...
Que toque timbre y salga corriendo.


El colmo de un lavarropas...
Que sufra de mareos.

CANCIONES!!!!!


Debajo de un botón
Debajo de un botón, ton, ton,
Que encontró Martín, tín, tín,
había un ratón, ton, ton
ay que chiquitín, tin, tin,
Ay que chiquitín, tin, tin,
era aquel ratón, ton, ton,
que encontró Martín, tin, tin,
debajo de un botón, ton, ton.


Los pollitos
Los pollitos dicen,
pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.
La gallina busca
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les da abrigo.
Bajo sus dos alas
se están quitecitos,
y hasta el otro día
duermen calentitos.
Estaba La Rana Sentada


Estaba la rana sentada
cantando debajo del agua.
Cuando la rana
se puso a cantar,
vino la mosca
y la hizo callar.

La mosca a la rana,
que estaba sentada
cantando debajo del agua.
Cuando la mosca
se puso a cantar,
vino la araña
y la hizo callar.

La araña, a la mosca,
la mosca a la rana
que estaba sentada
cantando debajo del agua.
Cuando la araña
se puso a cantar,
vino el pájaro
y la hizo callar... etc., etc.

Tengo Una Muñeca 
Tengo una muñeca
vestida de azul,
con su camisita
y su canesú.

La llevé a paseo,
se me costipó,
la tengo en la cama
con mucho dolor.

Esta mañanita
me dijo el doctor,
que la dé jarabe
con el tenedor.

Dos y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho,
y ocho dieciséis.

Una Señora gorda

Una Señora gorda, en su paseo
Rompió una farola con su sombrero
Al ruido de los cristales
Salió el governador
Quien ha sido la señora
Que ha roto el farol
Señor Governador
Que yo no he sido

Ha sido mí sombrero
Que es un atrevido
Si ha sido su sombrero
Una multa pagará
Para que sepa su sombrero
Por donde va.



CUELLO DURO
Elsa Bornemann

-¡Aaaay! ! No puedo mover el cuello! - gritó de repente la jirafa Caledonia.
Y era cierto; no podía moverlo ni para un costado ni para el otro, ni hacia delante ni hacia atrás… Su largísimo cuello parecía almidonado.
Caledonia se puso a llorar.
Sus lágrimas cayeron sobre una flor. Sobre la flor estaba senada una abejita.
-¡Llueve!-exclamó la abejita. Y miró hacia arriba.
Entonces vio a la jirafa.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando?
-¡Buaaaa! ¡No puedo mover el cuello!
-Quédate tranquila. Iré a buscar a la doctora doña va.
Y la abejita salió volando hacia el consultorio de la vaca.
Justo en ese momento, la vaca estaba durmiendo sobre la camilla.
Al llegar a su consultorio, la abejita se le paró en la oreja y –Bsss… Bsss… Bsss…- le contó lo que le pasaba a la jirafa.
-¡Por fin una que se enferma!-dijo la vaca, desperezándose- Enseguida voy a curarla.
Entonces se puso su delantal y su gorrito blanco y fue a la casa de la jirafa, caminando como sonámbula sobre sus tacos altos.
-Hay que darle masajes. Aseguró más tarde, cuando vio a la jirafa.
Pero yo sola no puedo. Necesito ayuda. Su cuello es muy largo.,
Entonces bostezó – Muuuuuuuaaa!- y llamó al burrito.
Justo en ese momento, el burrito estaba lavándose los dientes.
Sin tragar el agua del buche debido al apuro, se subió en dos patas arriba de la vaca.
¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
-Nosotros dos solos no podemos-dijo la vaca.
Entonces, el burrito hizo gárgaras y así llamó al cordero.
Justo en ese momento, el cordero estaba mascando un chicle de pastito.
Casi ahogado por salir corriendo, se subió en dos patas arriba del burrito.
¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
-Nosotros tres solos no podemos. Dijo la vaca.
Entonces el cordero tosió y así llamó al peroro.}Justo en ese momento, el perro estaba saboreando su cuarta copa de sidra. Bebiéndola rapidito, se subió en dos patas arriba del cordero.
¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
-Nosotros cuatros solos no podemos-dijo la vaca.
Entonces, al perro le dio hipo y así llamó a la gata.
Justo en ese momento, la gata estaba oliendo un perfume de pimienta.
Con la nariz llena de cosquillas, se subió en dos patas arriba del perro.
¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
-Nosotros cinco solas no podemos, dijo la vaca
Entonces, la gata estornudó y así llamo a don conejo.
Justo en ese momento, don conejo estaba jugando a los dados con la coneja y sus conejitos. Por eso se apareció con la familia entera: su esposa y los veinticuatro hijitos en fila. Y todos ellos, se treparon ligerito, saltando de la vaca al burrito, del burrito al cordero, del cordero al perro y del perro al gato. Después, don conejo se acomodó en dos patas arriba de la gata. Y sobre don conejo se acomodó su señora y mas arriba también-uno encima del otro- los veinticuatro conejitos.
-¡Ahora si que podemos empezar con los masajes!-gritó la vaca- ¿Están listos, muchachos?
-!Si, doctora! –contestaron los treinta animalitos al mismo tiempo.
-¡A la una… a las dos… y a las tres!
Y todos juntos comenzaron a masajear el cuello de la jirafa Caledonia al compás de una zamba, porque la vaca dijo que la música también era un buen remedio para curar dolores.
Y así fue como- al rato- la jirafa pudo mover su largísimo cuello otra vez.
-¡Gracias, amigos!- les dijo contenta. Ya pueden bajarse todos.
Pero no, señor. Ninguno se movió de su lugar. Les gustaba mucho ser equilibristas.
Y entonces. Tal como estaban, uno encima del otro- la vaca los fue llevando a cada uno para su casa.
Claro que los primeros que tuvieron que bajarse fueron los conejitos, para que los demás no perdieran el equilibrio…
Después se bajó la gata, más adelante el perro, luego el cordero y por último el burro.
Y la doctora vaca volvió a su consultorio, caminando muy oronda sobre sus tacos altos. Pero ni bien llegó, se quitó los zapatos, el delantal y el gorrito blancos y se echó a dormir sobre la camilla ¡Estaba cansadísima!

CUENTOS PARA LA SALA!!!!!

EL REY QUE NO QUERÍA BAÑARSE

Ema Wolf

Las esponjas suelen contar historias interesantes.
El único problema es que las cuentan en voz muy baja y para oírlas hay que lavarse bien las orejas.
Una esponja me contó una vez lo siguiente: En una época lejana las guerras duraban mucho. Un rey se iba a la guerra y volvía treinta años después, cansado y sudado de tanto cabalgar, con la espada tinta en chinchulín enemigo.
Algo así le sucedió al rey Vigildo. Se fue de guerra una mañana y volvió veinte años más tarde, protestando porque le dolía todo el cuerpo.
Naturalmente lo primero que hizo su esposa, la reina Inés, fue prepararle una bañadera con agua caliente. Pero cuando llegó el momento de sumergirse en la bañadera, el rey se negó.
-No me baño -dijo- ¡No me baño no me baño y no me baño!
La reina, los príncipes. La parentela real y la corte entera quedaron estupefactos.
-¿Qué pasa majestad? -preguntó el viejo chambelán- ¿Acaso el agua está demasiado caliente? ¡El jabón demasiado frío? ¿La bañadera es muy profunda?
-No, no y no -contestó el rey- Pero yo no me baño nada.
Por muchos esfuerzos que hicieron para convencerlo, no hubo caso.
Con todo respeto trataron de meterlo en la bañadera entre cuatro, pero tanto gritó y tanto escándalo hizo para zafar que al final soltaron.
La reina Inés consiguió que se cambiara las medias -¡las medias que habían batallado con él veinte años!-, pero nada más.
Su hermana, la duquesa Flora, le decía:
-¿Qué te pasa Vigildo? ¿Temes oxidarte o despintarte o encogerte o arrugarte...?
Así pasaron días interminables. Hasta que el rey se atrevió a confesar:
-¡Extraño las armas, los soldados, las fortalezas, las batallas! Después de tantos años de guerra, ¿qué voy a hacer yo sumergido como un besugo en una bañadera de agua tibia? Además de aburrirme, me sentiría ridículo.
Y terminó diciendo en tono dramático: ¿Qué soy yo, acaso, un rey guerrero o un poroto en remojo?

lunes, 17 de octubre de 2011

cuentos

EL MAGO LA GALERA Y... ¡TABARÉ!

Entre exclamaciones de asombro y aplausos, el Mago sacó de su galera un conejo blanco. Era un truco que repetía en todas sus funciones de circo. Sin embargo la repetición no le quitaba encanto: cuando aparecía Tabaré, los chicos se maravillaban hasta el cansancio. Y el animal, acostumbrado a las aclamaciones y los aplausos, saludaba con las orejas a su público infantil.
Pero los conejos también se cansan de trabajar y Tabaré exigió al Mago diez días de vacaciones. Entonces se cepilló las orejas, el pompón de su cola y, después de despedirse, se alejó a los saltitos por el camino.
Durante los diez días siguientes, el Mago sufrió las burlas de los chicos porque cada vez que llegaba el número de la galera, sacaba las cosas más raras. Un día sacó una milanesa con papas fritas y los chicos al verla gritaron: "¡Uuuuh!", mientras el payaso Ramón, con gran tranquilidad, se la comía.
En otra oportunidad sacó un zapato, una media y... ¡una margarita! Y otra vez los chicos gritaron, "¡Uuuuh!"
También sacó un cucharón, un pollito y una mariposa, pero los chicos siempre gritaban, "¡uuuuh!" Y cada vez lo hacían más fuerte.
El Mago ya no sabía qué hacer y llamó por teléfono a todas las madrigueras que figuraban en la guía, pero no pudo encontrar a Tabaré y, muy afligido y con mucho miedo de escuchar nuevamente el, "¡uuuuh!" de su público disconforme, salió a la pista.
Cundo llegó el truco de la galera, metió la mano temblorosa y tocó algo suave... blando... tibio... que sacó despaciiito... y..., "¡aaaah!" exclamaron los chicos con regocijo al ver aparecer unas orejotas muy largas.
¡Tabaré! gritó el Mago lleno de alegría. Pero Tabaré tenía una sorpresa para todos: otro par de orejas asomó de la galera y, con un gracioso salto, una conejita con ojos de enamorada se acomodó junto a Tabaré.
Desde entonces, los chicos esperan con impaciencia el tuco de "Tabaré"